Estas fechas son buenas para intentar cazar corzas, tanto por temas de gestión como de disfrute
cinegético y gastronómico, así que el fin de semana la intentaría de nuevo esperando tener más suerte que en anteriores intentos.
El día se presentaba tranquilo, ya que después de muchos amaneceres helados había comprobado que el movimiento corcero empezaba bastante avanzado el día, así que en vez de mi habitual costumbre de salir con la primera luz, dediqué la mañana a descansar y organizar mi campamento.
La cosa es que me lié mas de la cuenta y entre una cosa y otra salí muy tarde, mas con la intención de comprobar el estado de algunos puestos que llevaban mucho tiempo colocados que a cazar en serio, pero como uno ya ha metido la pata casi todas las veces que se puede meter, me llevé el arco por lo que pudiera pasar.
La verdad es que era una gozada andar por el campo ya que las lluvias lo habían dejado todo blando y silencioso, ideal para recechar. Llevaba un par de horas disfrutando caminando lentamente, mirando, sintiéndome parte del todo, cuando vi a lo lejos un zorro que se escabullía al interior de un matorral. Me acerqué, no demasiado, y me dispuse a esperar si la suerte estaba de mi lado y el zorro se acercaba lo suficiente para enviarle una flecha.
Pasaron los minutos y el zorro se había desvanecido, así que estaba por empezar a deambular de nuevo cuando oí un ruido que se acercaba en el bosque, enfrente de mí y a mi izquierda. Se trataba de dos corzas que venían hacia mí al trote, pendientes de algo tras ellas. Lo malo era que venían por lo más espeso, y aunque me pasarían a poco más de veinte metros el único tiradero posible tenía escaso metro y medio de ancho. Pero hubo suerte, porque la primera se paró allí un momento para mirar de nuevo hacia atrás, y aproveché ese instante para disparar apresuradamente. Fue un momento tan rápido que ni siquiera pude ver si impactaba la flecha, ya que fue visto y no visto, se metió en lo espeso tan rápido como apareció.
Me quede inmóvil, escuchando, por si el sonido, o su ausencia, me daban pistas. Me pareció oír una corta y apresurada carrera dentro del bosque, y al poco vi a una desaparecer a lo lejos, pero ni rastro de la otra. Dejé pasar un tiempo prudencial antes de acercarme al lugar donde vi a la corza desaparecer y allí estaba uno de los rastros más claros que he visto en mucho tiempo
…….y pocos metros más allá pude disfrutar una vez más de esos momentos que guarda el monte para nosotros.
Después de aviarla y dejarla colgada de lo alto de un roble para que se airease adecuadamente, se me ocurrió dejar los despojos cerca del matorral en el que había visto al zorro, con la intención de acudir al amanecer.
Después de una reparadora cena con un buen chocolate caliente de postre, me zambullí bajo las frías mantas y se me pasó la larga noche en un suspiro oyendo únicamente el murmullo del viento cuando cambiaba de postura en mi "osera".
Nada mas clarear me dirigí al cebadero y me pareció apreciar que estaba algo movido, no mucho, pero lo suficiente para hacerme ilusiones. Busqué un lugar adecuado para apostarme y me dispuse a pasar algunas horas de espera, pero no fue necesario, a la media hora vi moverse trozos de zorro entre los brezos mientras se acercaba a los despojos que sin duda ya conocía. No le di tiempo a mucho, porque tensé el arco mientras se acercaba y en el momento que se me puso de lado le solté una flecha que, aunque alta, fue muy efectiva.
Así es la caza, muchos salidas sin tensar el arco y otras veces una cosa lleva a la otra y….nunca se sabe.
Peio Hdez. Muguruza