miércoles, 18 de julio de 2012

UN GRAN TORO EN EL LLANO


El día empezaba como otros, desayuno frugal y al todo terreno ó a los quads para irnos a alguna esquina del vasto rancho en el que estamos cazando. La misión, intentar dar caza a alguno de esos magníficos jabalíes que deambulan por aquí y que tanto esfuerzo nos estaba costando encontrar.

Tras unas cuantas horas de cacería y mucho sudor , con resultados bastante buenos, y si no que se lo digan a Aitor, ya nos dirigíamos al coche, que de hecho lo teníamos a la vista, cuando divisamos un toro solitario que estaba a lo suyo, o sea, sestear al sol y sombra y ramonear lo que de camino encontraba.

Ante la mirada inquisitiva de Mick, el profesional australiano, y viendo que estaba sólo, tranquilo y teníamos el aire perfecto, se plantea el rececho.

Me pongo el capote de torero y a por él….


El toro se encuentra en un llano con árboles dispersos y poca cobertura de sotobosque. No es la mejor situación para un rececho con arco, en la que tengo que ganarle terreno sin ser descubierto para disparar a 30 metros ó menos. El llano se extiende paralelo al curso de un río, y, como es habitual en el outback australiano, la cobertura vegetal fuera de los cursos de agua es escasa y en los márgenes de ésta es bastante más espesa, convirtiéndose en imanes para la caza por su protección, frescura y pasto. Esta claro que este toro vive en los márgenes del río y se alimenta de lo que encuentra alrededor de éste, sobre todo en la época seca en la que nos encontramos.

Valoro la situación, y viendo que el animal tiene tendencia a ir con el viento en cara, le voy a tener que buscarle la espalda y entrarle por ahí, aprovechando cuando baja la cabeza para comer para moverme.Le gano terreno rápidamente ya que el aire es bueno y muy suave. La temperatura es alta y el toro está más preocupado de no cocerse al sol al abrigo de la sombra de un eucalipto que de protegerse de los pocos depredadores que pueda tener, si es que alguien en su sano juicio se dispondría a molestar a un morlaco de cerca de 800 Kg en plenitud de condiciones.

En Australia, los únicos enemigos de los toros son, en determinadas circunstancias, los cocodrilos de agua salada, ya que el resto de depredadores no tienen la entidad suficiente para suponer un peligro a estas moles de músculo y mala leche. Entre estos depredadores incluimos a los jabalíes, que adoptan este rol como aporte extra de proteínas y aprovechando las circunstancias de sequía en las que otros animales puedan estar enfermos ó muy débiles. Luego, por supuesto, están los bípedos, o sea, nosotros, con quienes mantienen una distancia prudencial, aunque en ocasiones se te plantan mirándote desafiantes al mejor estilo Miura.

Sigo acercándome entre pequeños eucaliptos, bajo la mirada atenta de Mick, que, aunque sin rifle, me vigila atentamente. El suelo está reseco y me afano en no pisar alguna hoja que delate mi posición. Sudo con profusión y el ritmo cardíaco se me acelera al mismo nivel que decrece el número de metros que me separan del animal. Llego a 40 metros y el toro empieza a andar, ó más bien debería decir vagar, ya que su paso cansino no parece querer llevarle a ningún sitio, sólo al siguiente brote de hierba apetitosa que su vista alcance a ver.


Y así empieza una persecución que no me permite ganarle ni un metro, todo lo contrario, se me aleja. Esta situación se dilata por unos 100 metros y, entonces, se para… parece que algo le ha gustado y se dedica a ramonear en un reseco matojo.
Eso me da la oportunidad de ganarle los metros de confianza que me ponen a 30 y me dan la seguridad de un disparo cómodo. Prefiero 20 a 30 y 10 a 20, pero el terreno no me permite más cercanía sin arruinar el rececho, así que levanto el arco, apunto con cuidado y cuando el toro se torna para seguir su camino, le largo una Axis 340 con punta Wensel Woodsman de 3 filos.

El impacto es un poco más bajo de lo que le he apuntado, pero incluso mejor a efectos de resultado ya que le da de lleno en el corazón. Ojo, el corazón de un animal de este calibre es como una jarrón Ming, por lo que no esperéis que se derrumbe al momento.

La reacción del bicho es como esperaba, suelta una coz al aire que si te pilla te desguaza y emprende una huida al trote hacia sabe dios donde. Le sigo con la vista y veo que se acerca al río. Espero unos minutos y, dado el buen impacto voy al punto en que estaba al recibir la flecha. Automáticamente veo sangre, pero no mucha… mierda, a ver la he pringado… Sigo el rastro con facilidad pero al cabo de 60 metros se corta el reguero. Doy un par de vueltas para ver si recupero el rastro y así lo hago, junto al río.

Me pongo a seguir el talud del río y al cabo de no más de un par de minutos de lenta progresión lo veo…..Esta en un paso del río, bebiendo en una charca. Dios, es enorme!! Decido meterle la segunda flecha, y me dispongo a meterme encima ya que el talud del río me impide tirar desde fuera.

El acercamiento es minucioso, ya que estoy muy, pero que muy cerca y un bicho de este calibre herido no es para tomárselo a broma, sobre todo sin un rifle detrás. El toro no se mueve, está a la sombra al borde del agua. Está muy tocado!!

Me planto a 7 metros del animal, por encima de él. Él está en el cauce del río y yo en lo alto del talud que lo rodea, por lo que estoy en torno a 2 metros por encima de su cabeza, así que para verme tiene que levantarla y no está para ese tipo de gimnasias. Tenso el arco de nuevo y apunto. El disparo le da en medio de la zona pulmonar y la flecha le entra hasta las plumas con un ¡Flop! muy claro. 

El animal da un respingo y sale corriendo por el otro lado del talud como una locomotora.

Oigo romper leña durante unos segundos y luego, el silencio. Espero unos minutos y, mientras, acuden Mick y Aitor.

Les explico lo sucedido y tras otra espera seguimos el rastro de leña rota., ya que no hay sangre. La herida de la primera flecha se le ha tapado y la de la segunda, al tener un cuerpo tan grande, le costará que la sangre le gotee al suelo. Nos abrimos para cubrir más terreno y seguimos lo que nos parecen las rutas más lógicas de huida, pero sin éxito.
Se nos va la luz sin encontrar al animal, por lo que volvemos al todo terreno con la esperanza de que la noche haga su función de debilitamiento y mañana lo encontremos. Las veces que puedo reproducir los tiros durante la noche….. y eso sabiendo que el animal está, seguro, muerto, pero donde?

Al amanecer de la mañana siguiente vuelvo al lugar con Andy. Tras seguir las huellas de nuevo, y mirar por si los córvidos nos dan la señal de la presencia de un cadáver, nos separamos. Al cabo de una hora, y ya de vuelta al coche, me encuentro a Andy sentado sobre el capó del 4X4 con una sonrisa. Me cuenta lo sucedido. Se bajó al río. y vió unos cuervos, que ya habíamos visto nosotros antes pero sin rastro del cadáver, pero él les siguió y, con su intuición , en línea recta se fue al río, donde encontró al toro a pocos metros del cauce.

Le abrazo, felicito y doy las gracias en veinte idiomas y nos vamos a ver el animal. Está a menos de 200 metros del tiro, pero a la izquierda según le disparé.

Tras la segunda flecha, el toro pasó el río y giró a la izquierda por el borde del curso de agua, muriendo a pocos metros de éste. Nosotros seguimos la pista en recto y por ello no lo encontramos.
Fotos y fotos y un sentimiento de pena, la carne no la podemos usar por haber pasado la noche y estar el animal ya hinchado del calor, una verdadera lástima ya que hacía unos días, comimos steak de otro toro, más joven, que Aitor se encargó de poner en la nevera, y la carne estaba estupenda, sobre todo para unos estómagos vacíos después de 13 horas cazando.

En las fotos se aprecia que la postura es en la que se quedó el animal ya que nos declaramos insolventes para mover el cuerpo y ponerlo en una postura más fotogénica.



El toro salvaje, ó scrub bull como le llaman los sajones, es un descendiente asilvestrado del ganado introducido en Australia para su cría. Abandonado a su libre albedrío durante largas temporadas, las manadas eran estabuladas para su conducción a los mataderos después de un año en libertad absoluta.
No obstante, y dada la magnitud y extensión de los terrenos de campeo de estos animales, había animales que no eran atrapados y que seguían libres, engendrando a su vez animales libres.
Esto creó una situación de gran densidad de animales ferales, que no “pertenecen” a nadie y son considerados como eliminables.

Por otro lado, las enfermedades hicieron mella en ellos: tuberculosis y brucelosis por lo que desde hace muchos años se han hecho campañas de erradicación de estos animales, junto con búfalos, caballos, camellos, burros y jabalíes por medios difíciles de entender, excepto si te das una vuelta por el outback y contemplas lo vasto de ese territorio y la dureza de la vida y de los desplazamientos en él.

Periódicamente durante años y eventualmente cuando las poblaciones se disparan, se suelen hace campañas de “culling” eliminación) para aligerar la población de estos animales y limitar el desgaste por erosión que ejercen sobre el terreno. Esta campañas de culling se hacen incluso con helicópteros, veneno, batidas etc.. matándose miles de ejemplares de una manera profesional y/o industrial.

La caza de estos animales deportivamente es una contribución al equilibrio de las especies, además de ingresos a la población local, y puedo asegurar que su caza es extremadamente apasionante y los animales, después de varias generaciones en libertad, tienen las facultades de supervivencia muy agudas, lo que hace su caza emocionante.


Añadimos que cazar un bóvido de 800 kilos siempre tiene su punto de peligro y que el coste de abataje es bastante asequible, y, si estás en Australia, que es lo caro de todo este tema, el cocktail de aventura está servido.

Jose Rico "Pope"

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