martes, 31 de julio de 2012

……Yo tenía una casa en África


……Yo tenía una casa en África, al pie de las montañas Letshoyang.

El caso es que aun está en proyecto, pero no he podido evitarlo, me hacia mucha ilusión: tenia que empezar así.

Todo esto viene a cuento porque después de unos cuantos viajes de caza con la mochila al hombro por buena parte del mundo, contacté por casualidad con unos hermanos sudafricanos. Lo que en principio iba a ser un viaje de caza más, fue el primer paso para una amistad que propició que, por primera vez, me atreviese a volver con mi mujer y mi hijo a uno de mis destinos cinegéticos y comprobar de una vez por todas si aquello les gustaba.
Y vaya que si les gustó. No voy a entrar en quizás aburridos detalles, pero el caso es que una cosa llevó a la otra y, en fin, gracias a la generosidad de mis amigos africanos estoy echando raíces -en el sentido literal- en África.
Estos son los cimientos de mi casa al pie de las montañas:



No se cuando se terminará -si es que se termina´algún día, que allí nunca tienes nada asegurado- pero no me importa demasiado. Ahora tengo un rincón en África al que puedo considerar mi casa y cazar como a mí me gusta, a mi aire, disfrutando sin presión. A eso viene a cuento el principio, para explicaros el como y porque de los que os voy a relatar.

Teníamos un mes por delante y, aunque ya era nuestro tercer viaje juntos a África, la ilusión y el agradable cosquilleo en el estomago estaba allí presente, como siempre.

El viaje sin problemas y los primeros días inevitablemente los teníamos que pasar con “nuestra familia” sudafricana, disfrutando de unos días de ocio, barbacoas, cervezas, risas e historias de caza.


Esta vez hubo novedades, ya que hasta ahora habíamos estado siempre con Pieter, pero está vez ya veían que podían dejarnos volar solos, así que un viernes fuimos en dos coches hacia la finca, a unas cinco horas de viaje. A mi me dejaron un pick-up que seria nuestro medio de transporte durante nuestra estancia ya que Pieter tenia que volver al trabajo y no volvería hasta finales de mes. Así que hacer la compra y hacia el norte!!!



Una vez en la finca nos juntamos con Gideon, el hermano de Pieter, que no vive lejos de allí, y tras los abrazos de rigor empezamos a diseñar el plan.

Pieter debía irse el lunes y Gideon vendría los fines de semana con la familia, así que estaríamos nosotros solos entre semana a cargo de la finca. A mi personalmente me hacia mucha ilusión, aunque siendo sincero estaba temeroso de la reacción de mi mujer al quedarnos solos en aquel lugar aislado y alejado de la ciudad. Temores que resultaron ser infundados, a pesar de que esas circunstancias pueden imponer a quien no está acostumbrado y mas después de oír unas cuantas historias de campamento alrededor de la hoguera.

Pasamos el fin de semana mejorando algunas cosas de la finca a la que llevaban tiempo sin ir por diversas circunstancias y el lunes se fueron nuestros amigos dejándonos a los tres allí, junto con los trabajadores de la finca y un par de perrazos que nos cuidarían de los posibles peligros.


Al amanecer reunión familiar y “negociación colectiva”, por supuesto nada de irme todo el día y volver de noche, había que compaginar todos los gustos así que lo que haríamos habitualmente seria cazar por las mañanas y después de comer dar unos paseos por la finca buscando animales, sacando fotos y comprobar que todo estuviese en orden.

Los primeros días con la emoción ni me planteé cazar desde los puestos, no podría estar quieto y además tenia ganas de patear la concesión para conocerla en profundidad hasta los rincones mas escondidos, así que los dediqué a vagabundear casi sin rumbo por valles, vaguadas, hoyas, colinas y cualquier lugar que me llamase la atención.

La primera semana transcurrió en un suspiro, los días pasaron volando disfrutando enormemente con los larguísimos paseos en solitario y las excursiones que hacíamos al atardecer disfrutando de increíbles puestas de sol.

En estas excursiones era habitual que llevásemos algún rifle por precaución. Como mi mujer siempre ha tenido un gran respeto las armas de fuego, no quería siquiera ni tocarlo y ni con la insistencia mía y la de mi hijo conseguíamos que por lo menos probase a disparar y saber su manejo básico por si se daba la necesidad de que ella tuviese que utilizarlo.
El caso es que, harta de oírnos, un día nos dijo:”Bien, para que os calléis voy a cogerlo, me explicáis como funciona, pego un tiro y ya está, lo dejo donde estaba y me dejáis tranquila”.
Debió ser el aire, o el sol de África, o todo al unísono, porque jamás hubiese creído que Marian podría pronunciar aquellas palabras, pero aprovechando la ocasión le explicamos como acerrojar el rifle, apuntar y disparar. Lo hizo con una soltura sorprendente y antes de apretar el gatillo, muy seria, me dijo “un tiro y se acabo”……..BANGGGG. Cuando impactó la bala en el blanco su semblante paso de serio a sonriente y solo dijo..... ”mas balasssss”. A partir de ese momento hubo que racionarle la munición porque en cuanto veía la ocasión tiraba de cerrojo que daba gusto. El embrujo de África hace milagros.


El fin de semana vinieron Gideon con la familia y lo dedicamos a, como decía mi hijo, “ir al súper a por comida”, había que aprovisionarse de carne para su casa y para el campamento y un impala y un faco contribuyeron a la causa. Aun así no era suficiente y fuimos a la concesión de al lado, donde también tiene permiso para cazar, donde un ñu y otro faco completaron “la compra”, ya teníamos la despensa llena.

De nuevo solos, esa semana la dediqué a cazar mas en serio, pero sólo caza menor y animales que nos convenía eliminar por equilibrar la población o por los daños que causaban. Fue divertido dedicarse a las palomas y las gallinas de guinea que luego aprovechábamos para comer, así como alguno de los abundantes babuinos que merodeaban por allí, pero yo tenia en mente un kudú y un waterbuck jóvenes que querían quitar y que serian mi objetivo. Objetivo que se me escapaba de las manos porque, si bien conseguíamos fotos de ellos así como de otra fauna interesante con las trailcámaras, no había forma de que entrasen en los puestos que me colocaba o las horas que yo estaba. Si que entraban otros animales, pero o bien eran animales que no queríamos quitar o se trataba de trofeos que apreciarían mas alguno de los otros cazadores que pagarían por ellos.

De todas formas me divertí de lo lindo, entre la caza menor, las trailcámaras y los recechos se me pasaba el tiempo volando. Aprovechamos el babuino que había cazado cara cebar y ver si sacábamos alguna foto de algún leopardo, pero no apareció ninguno. Lo que si aparecieron varias noches seguidas fueron las hienas y los bushpig




Así que me animé a hacer una espera nocturna a ver si conseguía otro bushpig….es que me pasa como con los jabalíes, es una especie que no me canso de cazar. Entre mi hijo, George y yo colocamos una luz roja con un potenciómetro para iluminar el cebo y preparamos el sitio.


La primera noche de espera hizo un tiempo fatal, frío y ventoso como pocos, por lo que no pude ver nada en absoluto. La siguiente fue todo lo contrario, calmada con un silencio casi total interrumpido únicamente por unas ranas con un croar realmente potente.
Estando medio adormilado con la serenata nocturna de pronto cesaron las ranas en su concierto. Mientras me esforzaba por ver algo en la penumbra me pareció oír un sonido que provenía de la espesura de enfrente. Al poco apareció un decidido puercoespín. Inmediatamente me acordé de Daniel, al que le encanta su carne, y de Marian, que quería las púas para decoración, por lo que pensé que a falta de bushpig bueno era un puercoespín.
Al principio se me puso de costado pero, acordándome de otro al que había tirado dos años atrás, me contuve, porque las púas desdibujan enormemente su silueta corporal y es frecuente que la flecha o la bala pase entre las púas sin alcanzar zona vital alguna. Esperé a que se colocara de frente y, entonces si, la flecha voló. Me pareció ver que le daba bien pero fue todo tan rápido que no podía asegurarlo. Al poco rato viendo que la hora se nos echaba encima salimos a rastrear .Al principio no hubo forma de encontrar nada, ni sangre ni flecha, ni una púa rota ni nada. Aunque hacia frío y no había peligro de estropear la carne no queríamos dejarlo para la mañana siguiente porque sabiendo que las hienas y chacales merodeaban por allí nos temíamos quedarnos sin el, así que ampliamos nuestro radio de rastreo y allí estaba, bajo un matorral, sin haber sangrado apenas. La flecha le había atravesado totalmente entrándole por un hombro y saliendo por el jamón contrario. Un animal grande y rollizo.



Llegó el último fin de semana y Pieter había vuelto con ganas de caza y diversión, es un tío genial. Los días siguientes los empleamos en visitar granjas de vecinos y consolidando relaciones, pero yo seguía pensando en mi kudú y en mi waterbuck. El kudú tenia un comportamiento mas imprevisible, en cambio el waterbuck me había entrado varias tardes seguidas, ya entre dos luces sin poderle tirar por la falta de visibilidad. Gideon me insistía en que lo quitara, por lo que improvisamos un puesto en su camino al agua a ver si de esa manera le podía ver más temprano. En las primeras horas no hubo mucho movimiento, únicamente vi unos impalas y, ya atardeciendo, un grupo de unos ocho o nueve waterbucks con un macho adulto, pero ni rastro del que yo esperaba.
Tan pronto como los waterbucks desaparecieron me pareció oír un ruido a mi izquierda pero no veía bien a causa del espeso ramaje. No quería moverme porque me temía que estuviese el waterbuck parado esperando un movimiento en falso por mi parte. La luz ya escaseaba cuando por fin pude verle moverse, no podía perder más tiempo así que en cuanto me dio el costado,…… zaaaassssss. Sonó bien el impacto, pero ya era de noche cuando salí del puesto. Cogiendo sólo el arco y la linterna volví andando al campamento ya que les había dicho que no me recogiesen por miedo a que me espantasen la caza al venir con el 4x4. Un paseo precioso bajo el cielo estrellado de África, oyendo solo el viento, caminando en la arena suelta con la linterna apagada aprovechando la luz de la luna, iba enfrascado en mis pensamientos y viendo las luces del campamento a lo lejos cuando cerca, muyy cerca, siento un crujir de ramas, oigo un rugido helador y veo una sombra de casi dos metros de altura abalanzarse sobre mi……..era el ganso de Pieter, que quiso comprobar mis nervios escondiéndose al lado del sendero y recibiéndome de esa manera, Esas cosas solo se le ocurren a el JAJAJA!!!

Después de una cerveza fresca y de que mi corazón recobrase sus pulsaciones normales, fuimos todos en busca del waterbuck.

El rastro era bastante evidente, pero se metía en un espinal en el que era difícil meterse, los espinos secos del suelo me atravesaban la suela de las botas y no podía entender como Divan iba descalzo por allí. Nos dividimos para rodear el cerrado y al poco Gideon gritaba las palabras mágicas: Aquí está!!!. Un animal precioso del que aprovechamos todo.


Con esto llegamos al final de nuestra estancia sin poder creer como había pasado el tiempo. Al día siguiente tocaba empaquetar todo y volver a España. Pero esta vez parte del equipaje quedó en un rincón, esperándonos hasta la vuelta




1 comentario:

  1. Preciso relato. Qué envidia. Yo tenía una casa en África...seguro que vuelves.
    Federico.

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