martes, 20 de diciembre de 2011

SEGUNDAS PARTES

Hace unas semanas, enredando en el monte por uno de mis rincones favoritos, vi algo en el suelo que me llamó la atención: un trozo de tubo de flecha de aluminio. Estaba semienterrado, y al tirar de él apareció una punta en un estado bastante lamentable.

Por el tipo de tubo y punta pensé que podría ser de mi hermano, así que le llamé para confirmarlo y efectivamente, hace años en ese mismo lugar un corzo se libró por los pelos, pero nunca más se supo de la flecha.

Manoseándola entre mis dedos se me ocurrió que quizás podía darle otra oportunidad, y al día siguiente me puse manos a la obra, cepillo de alambre, lima, ganas...... y quedó “casi como nueva”.

El sábado siguiente tenia previsto ir al coto y la puse en el carcaj para ver si la hacia volar de nuevo, pero por cosas del trabajo se me fastidió el viaje en el ultimo momento, teniendo el coche ya cargado. Al terminar vi que tenia unas horas de luz que quizás podría aprovechar, y con prisas y a lo loco cogí los trastos y me fui a hacer una espera a otro sitio más cercano.

Al llegar comprobé, una vez más, que las prisas no son buenas; con tanto enredar con el equipo la linterna del arco se había quedado en el garaje. Jurando por lo bajo no me quedó otra solución que improvisar un sistema de iluminación con otra linterna que andaba por el coche, pero sin pulsador ni filtro. Le medio-pegué un filtro de un foco de los grandes colocándola con cinta aislante, y sin perder mas tiempo llegué al puesto, ya casi de noche.

Llevaba ya casi tres horas sin moverme ni escuchar ningún ruido cuando, de la nada, apareció un jabalí, muy muy cerca. Entro con muchas precauciones y, después de largo rato, comenzó a comer muy cautelosamente.

Yo estaba echándome la bronca a mi mismo: ¿y ahora que, listo? ¿Como le apuntas con una linterna sin pulsador remoto?. La mejor solución era levantar el arco lo más alto posible y apretar el pulsador muy muy lentamente, mirando al cielo. Una vez conseguido sin ningún click delator, fui bajando el arco hasta alumbrar al jabalí. No estaba en una de mis posturas favoritas, pero con ese sistema de alumbrado no podía andarme con tonterías, ya que en cuanto la luz le tocó se puso tenso y a punto de salir corriendo. Visto y no visto, la flecha voló y el jabalí salió corriendo rompiendo monte, ciego. Me pareció oírle caer pero el monte era muy cerrado y al bajar del árbol no pude ver ninguna gota de sangre.

Lo cerrado del monte aconsejaba dejarlo para el amanecer. Y al amanecer allí estábamos, el propietario original de la punta y el gorrón. La noche había sido lluviosa y no hubo forma de encontrar rastro alguno, así que volví al puesto y recordando los últimos sonidos del jabalí fui guiando a mi hermano hasta el último ruido. No hubo que buscar más, estaba en el último sitio que le oí, la flecha le había travesado el corazón.

¿Quién dijo que segundas partes nunca fueron buenas?


Peio Hdez. Muguruza



2 comentarios:

  1. Muy bueno, si llegas a llevar la linterna con pulsador y todo correcto...o no te entra o hubiese pasado algo raro.

    Gracias por el relato.

    Saludo, Manuel.

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